Años 60
La Venganza del Sexo (1966)
Emilio Vieyra, 1966, Argentina
The Curious Dr. Humpp
The Curious Dr. Humpp
En 1966, Emilio Vieyra rodó en apenas dos semanas una de las películas más inauditas y demenciales dentro del mundillo de la serie B y serie Z más casposa de la época. El título ya de por sí era toda una declaración de intenciones: La Venganza del Sexo, un desmadre psicotrónico a medio camino entre el softcore y el hardcore, con sus extenuantes escenas de follisque empalagoso, y sus personajes anormales: científico demente, automatas zombis, detectives desorientados y un cerebro charlatán que flota en un recipiente de vidrio (¿?).
La historia no tiene pies ni cabeza. Un engendro de humanoide zopenco con cara de cartón y una bombilla en la frente, asola los bajos fondos de la ciudad secuestrando a todo incauto que sorprende dándose el lote: parejas en celo, homosexuales, lesbianas, ninfómanas, strippers, drogadictos, borrachos. Cada uno de ellos es conducido a la siniestra mansión del Dr. Zoide, un médico chiflado que, inducido por la verborrea diabólica de un cerebro atrapado en un tarro, está llevando a cabo unos extraños experimentos sexuales para extraer el exceso hormonal, obligando a sus víctimas a fornicar al destajo, mientras unos cables les ordeña una sustancia que los insaciables desgraciados producen tras horas de jodienda: brebaje que necesita para mantenerse con vida. Un inspector de policía intentará frenar las fantasías sicalípticas del Dr. Zoide con la ayuda de un periodista que se cuela en la mansión, aunque luego el tipo se pasa más de media película cepillándose a una enfermera. El resultado final es una avalancha de tetas, culos y coños hasta el hartazgo. Hay de todo: gente drogándose, masturbándose, orgías de todo tipo, robots-zombis, ciencia-ficción, asesinatos, experimentos locos y momentos tan delirantes como las del inexpresivo automata sin cerebro que cae perdidamente enamorado de una stripper secuestrada (le regala flores y le dedica romances con una guitarra en el patio del recreo). Lo veo y no lo creo.
La historia no tiene pies ni cabeza. Un engendro de humanoide zopenco con cara de cartón y una bombilla en la frente, asola los bajos fondos de la ciudad secuestrando a todo incauto que sorprende dándose el lote: parejas en celo, homosexuales, lesbianas, ninfómanas, strippers, drogadictos, borrachos. Cada uno de ellos es conducido a la siniestra mansión del Dr. Zoide, un médico chiflado que, inducido por la verborrea diabólica de un cerebro atrapado en un tarro, está llevando a cabo unos extraños experimentos sexuales para extraer el exceso hormonal, obligando a sus víctimas a fornicar al destajo, mientras unos cables les ordeña una sustancia que los insaciables desgraciados producen tras horas de jodienda: brebaje que necesita para mantenerse con vida. Un inspector de policía intentará frenar las fantasías sicalípticas del Dr. Zoide con la ayuda de un periodista que se cuela en la mansión, aunque luego el tipo se pasa más de media película cepillándose a una enfermera. El resultado final es una avalancha de tetas, culos y coños hasta el hartazgo. Hay de todo: gente drogándose, masturbándose, orgías de todo tipo, robots-zombis, ciencia-ficción, asesinatos, experimentos locos y momentos tan delirantes como las del inexpresivo automata sin cerebro que cae perdidamente enamorado de una stripper secuestrada (le regala flores y le dedica romances con una guitarra en el patio del recreo). Lo veo y no lo creo.
Guión: Emilio Vieyra / 87 min, Blanco y Negro.
Compañía de Producción: Productores Argentinos Asociados / Música: Víctor Buchino / Fotografía: Aníbal González Paz.
Reparto: Ricardo Bauleo, Gloria Prat, Aldo Barbero, Susana Beltrán, Justin Martin, Héctor Biuchet, Michel Angel Olmos, Al Bugatti.
Compañía de Producción: Productores Argentinos Asociados / Música: Víctor Buchino / Fotografía: Aníbal González Paz.
Reparto: Ricardo Bauleo, Gloria Prat, Aldo Barbero, Susana Beltrán, Justin Martin, Héctor Biuchet, Michel Angel Olmos, Al Bugatti.
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